25.3.10

Memoria de otra jóven formal.

"¡Qué caída! De nuevo el porvenir era hoy, y todas las promesas deberían cumplirse sin demora. Había que servir: ¿para qué?, ¿para quién? Yo había leído mucho, reflexionado, aprendido; estaba dispuesta, me había enriquecido, me decía: y nadie reclamaba nada de mi. La vida me había parecido tan llena que para responder a sus llamadas infinitas había intentado, fanáticamente, utilizar toda mi persona: estaba vacía; ninguna voz me solicitaba. Me sentía con fuerzas para levantar el mundo: no encontraba el menor guijarro para mover. Mi desilusión fue brutal: Soy mucho más de lo que puedo hacer. No bastaba haber renunciado a la gloria, a la dicha; ya ni siquiera pedía que mi existencia fuera fecunda, ya no pedía nada más; aprendía con dolor 'la esterilidad del ser'. Yo trabajaba para tener un oficio; pero un oficio es un medio: ¿hacia qué fin? El matrimonio, ¿para qué? Educar hijos o corregir deberes era el mismo inútil estribillo. Jacques tenía razón: ¿para qué? La gente se resignaba a existir en vano: yo no. La señorita Lambert y mi madre desgranaban días muertos, se contentaban con estar ocupadas: <<¡Yo quisiera una exigencia tan total que no me dejara tiempo para ocuparme de nada!>>. No la encontraba y en mi impaciencia universalizaba mi caso particular: Nada me necesita, nada necesita a nadie, porque nada tiene necesidad de ser."


Simone.